El hambre y la importancia de los primeros 1.000 días de vida

El hambre y la importancia de los primeros 1000 días

Se calcula que unos 795 millones de personas pasan hambre en el mundo, lo que supone una disminución de más de 100 millones en la última década.

Nutricionalmente, la vida no empieza al nacer sino en el momento de la concepción. Los primeros 1.000 días de vida del niño (los que van desde la concepción hasta los 2 años) son determinantes para su desarrollo.

La salud de la madre durante el embarazo tendrá un impacto crucial en la salud del niño. Si la madre no está sana, existe un riesgo importante de retraso del crecimiento intrauterino. El pequeño tendrá un bajo peso al nacer y estará demasiado débil para succionar adecuadamente la leche materna. También la madre estará fatigada y no podrá amamantar ni cuidar adecuadamente al bebé. Este niño crecerá más despacio que el resto de niños de su edad y estará más expuesto a enfermedades. El retraso en el crecimiento es un proceso lento y acumulativo.

Su impacto no es solo físico: la desnutrición en los 1.000 primeros días también tendrá secuelas irreversibles sobre el desarrollo cognoscitivo y emocional. Los niños desnutridos se muestran más apáticos, no solo pierden el apetito sino también las ganas de jugar, su capacidad de aprender en la escuela es menor que la de un niños sano y su rendimiento en el trabajo futuro será también inferior. La desnutrición es este periodo tiene consecuencias irreversibles durante el resto de la vida. Se calcula que la pérdida de productividad de un niño desnutrido a lo largo de su vida será de un 10% de su potencial de ingresos. Debido a la desnutrición, un país puede perder hasta el 3% de su Producto Interior Bruto.

 

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