MOSUL: el día a día en un campo de desplazados iraquíes

No son aún las ocho de la mañana cuando nuestro equipo de Acción contra el Hambre llega al lugar donde están almacenados los kits de ayuda humanitaria que serán distribuidos entre las cientos de familias que huyen de Mosul y sus territorios circundantes.

Una vez cargados, el camión y los distribuidores se abren paso entre una nube de polvo para cruzar hasta el control fronterizo. Allí, un puente de metal que sustituye al que antes dirigía a Mosul y ahora está destruido, permite el paso. Detrás de una colina se distinguen los azules y blancos de las tiendas que dan color al campamento de Khaza. Incluso se aprecia cómo las excavadoras hacen un hueco para que miles de familias puedan pronto encontrar allí su refugio.

Delante de la entrada del campamento, coches cubiertos por el polvo están aparcados en un enorme parking eventual. Al otro lado de la verja, centenares de personas pasean. Algunas esperan la distribución de alimentos u otros elementos básicos de diferentes actores humanitarios, mientras que otros observan. En medio de la multitud, una mujer grita buscando a su pequeño que debe haberse perdido entre el laberinto de tiendas.

A ambos lados de la verja que rodea el campamento, la gente se apelotona en masa. Sus manos traspasan las púas de alambre. Para algunos se trata de una reunión familiar, para otros sólo de negocios. El perímetro no dista mucho del de un gran mercado. Aquí y allá, comerciantes instalados para aprovecharse de la situación, venden teléfonos, teteras, refrescos o dulces. Obtienen beneficios.

Los vehículos de Acción contra el Hambre aparcan en el área dedicada a las distribuciones. Hoy, 305 kits contienen latas, termos, decantadores, recipientes de basura y bolsas que serán distribuidas. Una docena de trabajadores diarios que viven en el campamento trabajan para echar una mano al equipo. El área está definida con corchetes y cintas y dos escritorios componen la entrada, uno para mujeres y el otro para hombres. La gente registrada el día antes recibe un ticket  y cada beneficiario firma el formulario de registro. Después, la persona se dirige hacia Mouthanna, uno de los trabajadores que distribuye los kits, mientras la gente sigue llegando.

Hace una semana, Mouthanna vivía aún en el vecindario de Gogjali, al este de Mosul. Es un ingenioso chico de veinte años. Recuerda los dos años que pasó bajo el yugo del Estado Islámico mientras distribuye los kits. “Vengo de un pequeño pueblo a pocos kilómetros de Mosul. Cuando los militares de Daesh llegaron, nos forzaron a unirnos a la ciudad. Nuestra vida cambió de repente. Tuve que dejarme barba y llevar ropa suelta. No podía fumar más y si no hubiera ido a la mezquita, hubiera estado tres días entre rejas y me hubieran golpeado. Ahora estoy aquí y sólo espero poder volver a casa.

Desde el comienzo de la ofensiva para reconquistar Mosul, hace cerca de un mes, Mouthanna, como cerca de 50.000 personas, han encontrado refugio en los campamentos. Acción contra el Hambre interviene en dos de ellos y ayuda a más de 12.000 personas a través de la distribución de kits de higiene, papeleras, agua y apoyo psicológico.

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