Se cumple un año de la huida de la población rohingya a Bangladesh

Hace poco más de un año, cientos de miles de rohingyas huyeron Bangladesh tras ser perseguidos en su país de origen, Myanmar. Hoy, más de 900 000 personas se alojan en campamentos improvisados en la región de Cox's Bazar. Sus condiciones de vida son extremadamente precarias y al no haber ninguna solución política próxima, el futuro de estas familias sigue en el aire.

La población rohingya, objetivo de la violencia

Desde 1950, el pueblo rohingya, una minoría musulmana del estado de Rakhine en el oeste de Myanmar, ha sido perseguido por las fuerzas armadas del Estado. No están reconocidos por el gobierno, lo que convierte a los rohingya en apátridas, es decir, no tienen ciudadanía. Esta discriminación, junto con las restricciones de movimiento y el acceso limitado a los servicios básicos en su región de origen, hacen de los rohingya una población muy vulnerable.

En agosto de 2017, un ataque llevado a cabo por un rebelde rohingya contra unas comisarías de policía desencadenó una nueva ola de violencia y represiones sin precedentes contra los civiles. Pueblos quemados, asesinatos, violaciones, las historias contadas por los supervivientes son escalofriantes y ponen en evidencia la crudeza de la violencia que se ha ejercido contra ellos.

En unos pocos meses, casi 700 000 personas huyeron de Rakhine para buscar refugio en Bangladesh, caminando durante días. La mitad son niños.

La vida en el campo 

Al principio, miles de personas fueron alojadas temporalmente en una reserva forestal natural que debía ser deforestada. Se unieron a aproximadamente 200 000 personas que ya estaban allí, desplazadas por la violencia en años anteriores. Estos recién llegados no tienen el estatus de refugiado y el gobierno de Bangladesh los considera "nacionales de Myanmar desplazados por la fuerza".

En el campo viven en refugios improvisados. A pesar de que el acceso a servicios básicos como letrinas, agua, alimentos y atención médica ha mejorado durante el último año, las condiciones siguen siendo precarias, en particular durante la actual temporada de lluvias.

En el campo de Kutupalong Balukhali viven más de 600 000 personas. La lluvia ha provocado deslizamientos de tierra e inundaciones, que sumadas a las grandes pendientes y colinas que hay en el terreno amenazan los frágiles refugios hechos de bambú y placas de plástico. Esta situación pone en riesgo la vida de más de 200 000 personas.

Paralelamente, la sobrepoblación, la pobreza, la falta de acceso a los recursos y las condiciones sanitarias deplorables aumentan la aparición de enfermedades como la diarrea, la disentería, las enfermedades respiratorias y la desnutrición. Cerca del 38% de los niños sufren retraso en el crecimiento (desnutrición crónica) y el 12% están siendo tratados por desnutrición severa[1].

Nuestra respuesta a la emergencia 

Tras haber presenciado la llegada de la primera afluencia de personas en agosto de 2017, nuestros equipos respondieron a las necesidades más urgentes; distribución móvil de comidas calientes, agua y apoyo psicológico.

Estamos respondiendo acorde a la dimensión de la crisis. Cerca de 900 empleados y más de 1 300 voluntarios comunitarios provenientes de la comunidad rohingya trabajan día tras día para apoyar a estas personas vulnerables.

En un año, más de 700 000 personas se han beneficiado del apoyo brindado en materia de nutrición, agua, saneamiento e higiene, apoyo mental y prácticas de cuidado, seguridad alimentaria y medios de subsistencia.

Todos los días se reparten más de 11 000 comidas. Nuestros equipos, con la ayuda de voluntarios rohingya, están gestionando 10 cocinas comunitarias, 18 centros de atención médica móviles y 5 centros de salud que operan 24/7.

Se está tratando a más de 18 500 lactantes que padecen desnutrición aguda grave. 19 000 mujeres embarazadas y lactantes se han beneficiado de asistencia médica y asesoramiento para cuidar su salud y la de sus hijos. Más de 350 000 personas han recibido apoyo mental y psicológico para tratar el estrés y superar sus traumas. Además, se han distribuido 38 200 kits de emergencia para construir refugios, así como casi 24 000 kits de higiene que contienen jabón, detergente, cepillos de dientes y productos de higiene menstrual. Se han instalado más de 230 puntos de agua potable y mil letrinas. Además de los servicios individuales, nuestros equipos han estado a cargo de ciertas áreas del campamento y han realizado casi 200 intervenciones para revisar las instalaciones y garantizar la seguridad de las personas: construcción de escaleras y puentes de bambú, fortalecimiento de las zonas sujetas a deslizamientos de tierra, conciencia y reubicación de familias en riesgo.

¿Qué depara el futuro?

El 6 de junio, el gobierno de Myanmar firmó un acuerdo con las Naciones Unidas que les autorizaba a acudir y hacer una inspección en Rakhine para trabajar conjuntamente en el proceso de repatriación. Casi dos meses después, las agencias internacionales aún no han visitado el lugar. Desde el lado de Bangladesh, el gobierno está pensando en liberar los campamentos trasladando a 100 000 personas a una isla que actualmente es susceptible a las inundaciones."Nos han dicho que el proceso de repatriación comenzará en breve. Las organizaciones internacionales están esperando que se otorgue acceso al otro lado de la frontera. La repatriación debe cumplir con las normas internacionales, de forma voluntaria y garantizando la total seguridad. La emergencia es inmediata: la gente sigue sufriendo, los campamentos están en mal estado y solo se ha asegurado el 25% de la ayuda humanitaria mundial ", concluye Mahadi Muhammad, director local de Acción contra el Hambre en Cox's Bazar.
Cuando se formula la pregunta a los principales interesados, la mayoría da la misma respuesta: "No regresaremos sin la garantía de que ya no seremos perseguidos".

[1] https://www.savethechildren.net/article/nearly-40-percent-rohingya-child...

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