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Historias

Día Mundial del Refugiado: “para ser sincera, me he encontrado a mí misma”

 

Con motivo del Día mundial del Refugiado, os queremos contar la historia de Sameera, que huyó de Siria con su familia y buscó refugio en la vecina Jordania. Sameera está construyendo una nueva vida y una nueva comunidad con nuestro apoyo.

Antes de la guerra
Antes de huir a Jordania, Sameera tenía una cómoda vida con su esposo, que trabajaba en la construcción, y sus dos hijos, Sajeda y Ali. “En mi casa tenía un pequeño jardín y un pozo de agua. Pasaba todo el día haciendo trabajos de jardinería. cultivaba todo tipo de verduras”. Sin embargo, poco después de que comenzara el conflicto en Siria, Sameera comenzó a sentirse cada vez más insegura en su propia casa.

“Mi casa estaba al lado de barricadas militares, y estaba asustada todo el tiempo. Por la noche, ponía la mayoría de nuestros muebles detrás de nuestra puerta, para proteger a mis hijos. Podíamos oír el sonido de las balas. Un día, un balón atravesó nuestra ventana del baño”.

Preocupada por el daño psicológico que el conflicto estaba teniendo en sus hijos, e intranquila por la seguridad de su familia, Sameera y su marido comenzaron a hacer planes para reunirse con su hermana en Jordania.

Pero antes de que pudieran arreglar todo, en 2012, su casa fue alcanzada por un cohete y quedó destruida por completo. Sameera tuvo que huir con su familia en medio de la noche. Cruzaron la frontera hacia Jordania con lo puesto.

A pesar de perderlo todo esa noche, Sameera se considera afortunada: “Gracias a Dios pude irme con mis hijos. Escapamos de la muerte”.

Comenzando una nueva vida
Sameera y su familia se han reasentado en la ciudad jordana de Irbid, a solo 20 km al sur de la frontera con Siria, donde se albergan muchas otras familias sirias. Hay muy pocas oportunidades de trabajo en la ciudad y muchos de los que viven allí luchan por ganarse la vida. La situación económica es difícil para jordanos y los sirios por igual.

La familia de Sameera intentó volver a su rutina normal. Sus hijos se matricularon en la escuela y su esposo pudo encontrar trabajo en la construcción. Sameera luchó por adaptarse a su nueva vida.

“Cuando llegamos a Irbid, no conocía a nadie. Fue difícil, no comprendía a nadie y tenía miedo de salir”.

Más tarde, el pasado año, la suerte de la familia empeoró de nuevo, cuando el esposo de Sameera tuvo un derrame cerebral y ya no pudo continuar trabajando. Sin ingresos, la familia tuvo problemas para sobrevivir. Sameera sabía que tenía que salir a buscar empleo, pero su confianza estaba muy mermada.

Encontrar esperanza
Fue entonces cuando Sameera encontró nuestro programa de dinero por trabajo en Irbid, una colaboración entre Acción contra el Hambre y GIZ. El proyecto ha proporcionado empleo a refugiados sirios y jordanos vulnerables, mediante un contrato de 50 días para limpiar los desperdicios y la basura localmente. Además de proporcionar un sueldo diario, el proyecto también facilitaba a los refugiados sirios un permiso de trabajo válido por un año, creando así un futuro sostenible para ellos y brindándoles esperanza durante los primeros 50 días.

La basura de una persona es el medio de vida de otra

Sameera fue una de las primeras mujeres en inscribirse en el proyecto, a pesar de la vergüenza que sufría por este tipo de trabajo: “Solo quería contar con algún ingreso. Algunas de las mujeres que trabajaron conmigo no se lo conyaron a sus maridos e hijos por vergüenza. Sin embargo, cuando la gente me pregunta qué cosas he hecho para vivir, contesto que he recogido residuos. Realmente no me preocupa. Ellos no sienten vergüenza por no trabajar nunca".

Gracias a mujeres como Sameera, la cultura de la vergüenza por la recolección de basura se disipó gradualmente en Irbid. En febrero de 2017, solo 15 personas inscribieron en el proyecto, pero en diciembre, se habían inscrito 1136 personas. Más de 1000 personas que podían llevar a casa un salario para alimentar a sus familias.

Construyendo amistades
Para muchos refugiados sirios, esta fue la primera vez que tuvieron la oportunidad de integrarse en la comunidad local de Irbid. En el caso de Sameera, el proyecto le proporcionó mucho más que el simple hecho de poder mantener a su familia. 

Sameera ahora forma parte de un grupo de mujeres en Irbid que se reúnen regularmente y convierten algunos de los productos de desecho que han recogido, como plástico y periódicos, en bolsas, cuencos, pantallas de lámparas y otros artículos decorativos. Esperan comenzar a vender estos productos reciclados pronto, y así conseguir algún ingreso.

Al mismo tiempo, este proyecto está ayudando a reconstruir su confianza y conocer gente nueva: "Finalmente me sentí relajada cuando vi cómo todos trataban de ayudar. Ya no me sentía como un extraterrestre y en el fondo me sentí aliviada".

Sameera, a la derecha, con su colega en el proyecto de reciclaje. Detrás, puede verse una muestra de los bolsos que han hecho a partir del papel usado que han recogido.

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