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Filipinas: 237 000 personas siguen desplazadas tras la batalla al ISIS en Marawi

23/05/18

 

23 DE MAYO: ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE MARAWI

Además de las 237 000 personas desplazadas, ya 164 000 han regresado a la ciudad, prácticamente destruida tras cinco meses de asedio (23 de mayo – 23 de octubre de 2017), aunque la zona cero de la batalla permanece cerrada. Los desplazados, muchos bajo fuerte estrés psicológico, apenas están recibiendo apoyo de la comunidad internacional. Dentro de la ciudad, la red de agua quedó destruida al 95%. Una de las cinco estaciones de bombeo está totalmente destruida y las otras cuatro necesitan reparaciones urgentes para ser operativas.

“Estamos hablando de un asedio intensivo sin precedentes en el país que duró cinco meses y que convirtió a Marawi en una ciudad fantasma”, ha explicado esta mañana en un encuentro informativo Javad Amoozegar, que en 2017 dirigió la respuesta de emergencia de Acción contra el Hambre, la primera organización internacional en atender a los desplazados desde mayo y entrar en la ciudad cuando se declaró el fin del sitio.

“Aunque la batalla terminó oficialmente el 23 de octubre, siete meses después el nivel de destrucción hace imposible volver a la zona cero y 237 000 personas desplazadas [354 000 personas salieron inicialmente de la ciudad], todavía en asentamientos o en comunidades de acogida, cubren a duras penas sus necesidades básicas: dependen de la ayuda alimentaria y del agua comprada a proveedores privados o suministrada en camiones cisterna”, explicó la responsable geográfica de Acción contra el Hambre en Filipinas, Benedetta Lettera. “A su delicada situación se sumó el 22 de diciembre, el impacto de la tormenta tropical Vinta, que afectó a 175 000 personas”, añadió Amoozegar.

“Muchos de los desplazados eran agricultores o se alimentaban con su huertos periurbanos y han perdido sus medios de vida -explicaba Lettera-el sitio rompió completamente las dinámicas de mercado: Marawi había sido el principal centro comercial y suministrador de bienes a las comunidades ribereñas del lago Lanao, pero el impacto económico de la operación militar destruyó completamente el comercio”.

Amoozegar advirtió por su parte del riesgo de radicalización de jóvenes sin salida ni expectativas de futuro: “encuentran en la afiliación a grupos yihadistas una opción de vida fácil en medio de un contexto de extrema pobreza. Lo que pasó en Marawi podría resurgir en cualquier momento en cualquier otro lugar de la isla de Mindanao”.

Voces de Marawi: 5 meses de asedio en Filipinas

El equipo de Acción contra el Hambre en Marawi, que está ocupándose del suministro de agua potable y saneamiento básico en la zona, ha recogido testimonios de desplazados y retornadosen el dossier “Voces de Marawi” para tratar de dar visibilidad a una crisis poco conocida:

 “Antes teníamos una casa grande, una panadería y una tienda de comida rápida. Ahora vivimos en un contenedor. Es difícil adaptarse a esta vida, sobre todo porque no sabemos cuándo podremos regresar a nuestro hogar”, relata Aliyah Pacalundo (de 67 años) que aún no puede regresar a la zona cero de Marawi. Su marido sobrevivió 16 días sin salir de casa por miedo a los francotiradores a base de arroz y agua almacenada en galones.

 

“Y es que la llegada del ISIS lo cambió todo: primero prendieron fuego al Colegio Dansalan, donde varios de mis primos estudiaban. Luego mataron a varios cristianos y les cortaron la cabeza. Yo vi las cabezas en el suelo. También vi piernas y brazos sueltos. Los maestros del colegio que fueron asesinados murieron mutilados”, cuenta la niña de 12 años Jawada Pacalundo, que consiguió escapar y pasar los check points con sus padres y su niñera cristiana escondida en el maletero.

Johairah Macaombao (27 años) ha retornado a la ciudad: “La guerra acabó en octubre y el 19 de enero nos permitieron regresar a nuestra casa, pero al llegar vimos había sido completamente saqueada. Además habíamos perdido nuestro medio de vida. Antes de la guerra nos dedicamos a la agricultura, pero ya no hay mercado en Marawi para vender nuestros productos. Si vamos a la ciudad de Illigan gastamos más en el transporte de lo que recibiríamos con la venta. Así que cada día es más difícil sobrevivir sin ingresos. Mis hijos piden comida, lloran contantemente porque tienen hambre, pero no tenemos nada para darles”.

“El asedio acabó con la basura de la que vivíamos”, cuenta Arma Dulon de 45 años, que tenía en la chatarra del vertedero de Marawi su principal medio de vida.  

Ahora no nos queda comida, ni siquiera arroz. Hay días que no ganamos ni un peso porque Marawi ya no genera basura y por lo tanto el negocio del reciclado está prácticamente acabado. Mi hija pequeña, Alimira, ha estado muy enferma, a punto de morir. Primero tuvo sarampión y después enflaqueció hasta que sus ojos perdieron el brillo. Las personas mayores decían que era por la contaminación causada por las bombas. Pero yo creo que también es por la basura y el agua que bebemos, que está contaminada.

Trabajamos en Filipinas desde 2000 con un equipo de más de 80 personas. En Marawi estamos facilitando agua y saneamiento básico, así como apoyo nutricional y psicosocial a las comunidades retornadas a la ciudad y a las familias desplazadas. También estamos apoyando la activación de medios de vida alternativos para las familias retornadas. 

 

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