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Fortaleciendo la resiliencia de las comunidades agropecuarias

16/01/15

 

“Existe un mecanismo de adaptación que se desarrolla progresivamente y que refuerza la capacidad de los hogares para hacer frente al impacto del periodo de escasez de alimentos”, explica M. Diallo, Responsable de la base de Acción contra el Hambre en Kaedi, en la región de Gorgol.

En el extremo sur de Mauritania, en la frontera con Senegal y Mali, la mayor parte de la población depende de actividades de ganadería y agricultura. Estas comunidades de las regiones de Gogol, Brakma y Guidimaka sufren a causa de la sequía, y como consecuencia de ello aumenta su inseguridad alimentaria.

Reforzando la capacidad de las comunidades para hacer frente a los desastres y apoyándoles para desarrollar la agricultura en las tres regiones, las actividades puestas en marcha evitan la emigración de los hombres y posibilitan la recuperar y mantener la seguridad alimentaria.

Después de la creación de la cooperativa agrícola en el pueblo de Tagoutalah, en Guidimaka, la calidad de vida de la población ha mejorado. “Pero el perímetro de cultivo de la tierra es insuficiente. La demanda aún es más grande que la oferta”, afirma Samba Djiby Barry, uno de sus habitantes.

 

Con la ayuda de las organizaciones internacionales y del gobierno mediante inversiones en agricultura es posible prosperar. “Nosotros no queremos emigrar, queremos tener un trabajo aquí donde vivimos, así que es necesario mejorar las condiciones agrícolas del país”, comenta Abou Adama Sambade, habitante de Diaguntourou, otra población de la región de Guidimaka.

En Gogol, en la frontera con Senegal, uno de los ganaderos relata cómo antes los animales morían por la sequía, pero ahora viajan con los animales a otras regiones durante este periodo para que sobrevivan.

La adaptación de estos tres pueblos a las dificultades encontradas es un ejemplo de cómo Acción contra el Hambre puede apoyar a la gente en el proceso de construir resiliencia.

En Arhiara, una comunidad de mujeres ha creado una cooperativa para la transformación de la leche, lo que ha permitido aumentar el valor de venta del producto, y al distribuir las ganancias entre ellas se ha podido mejorar la calidad de vida en el pueblo.

Las mujeres también son las protagonistas en una aldea llamada Sintiam (Gogol) donde el cultivo de productos agrícolas complementarios en pequeñas huertas garantiza su seguridad e independencia alimentaria. Además, con el dinero que reciben por la venta del excedente de los huertos estas mujeres pueden invertir en la educación de los niños de la aldea.

De las 3,5 millones de personas que viven en Mauritania, 190.000 sufren inseguridad alimentaria severa y otras 802.000 están en riesgo de sufrirla. Esos ejemplos de proyectos muestran que el hambre no es una fatalidad contra la cual no podemos luchar, sino que con el fortalecimiento de la resiliencia de las comunidades es posible reconquistar y conservar su seguridad alimentaria.

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