Análisis del año

Balance 2017

En 2017, Yemen, Nigeria, Sudán del Sur y Somalia estuvieron a punto de sufrir hambrunas. La declaración de una hambruna responde a criterios estrictos y definidos por la comunidad internacional, el hecho de que haya simultáneamente cuatro crisis de tal magnitud es revelador de la situación muy deteriorada de la paz. En todas estas casi-hambrunas, la violencia fue el denominador común. La relación entre hambre y guerra se hizo más patente que nunca, y no es ninguna casualidad que se alcanzase el año pasado otro siniestro récord: el máximo número de refugiados desde la II Guerra Mundial.

La acción humanitaria consiguió evitar las hambrunas en Sudán del Sur) o en Nigeria, pero es una victoria efímera. En 2017, el hambre ha vuelto a crecer rompiendo con la tendencia buena que experimentaba el planeta desde hace 20 años. Las guerras provocan hambre (desplazan personas, arrasan cosechas, destruyen mercados e infraestructuras…) y generan tensiones que desembocan en conflictos, es una relación circular. Hoy, además, el hambre se ha transformado en una verdadera arma de guerra, utilizada por grupos armados que ignoran todos los principios de Derecho Internacional Humanitario.

Sabemos que las guerras provocan hambre (desplazan personas, arrasan cosechas, destruyen mercados e infraestructuras…) y tenemos sobradas pruebas de cómo el hambre genera tensiones que pueden desembocar en conflictos, en una relación circular. Hoy, además, el hambre se ha transformado en una verdadera arma de guerra, utilizada por grupos armados que ignoran todos los principios de Derecho Internacional Humanitario.

Desde Acción contra el Hambre trabajamos en 30 de los 46 conflictos abiertos actualmente. Nuestros equipos se afanan a diario para facilitar alimentos, agua y refugio a quienes huyen de la violencia. Aunque la cobertura mediática de la crisis del Mediterráneo parezca indicar lo contrario, el 85 % de los desplazados se queda en países en desarrollo. Es crucial atenderles allí y apoyar a los países de acogida para que la “carga” de refugiados no acabe generando tensiones con la población local. Trabajamos también dentro de los países en guerra, como Siria, abogando incansablemente por un acceso directo a las víctimas y por hacer prevalecer los principios humanitarios.

En 2017 hemos actuado también en otros contextos en los que las crisis climáticas han puesto en peligro la salud nutricional de las personas. Seguimos acompañando a los países de Sahel, cada vez más golpeados por la sequía, para ampliar el alcance del tratamiento nutricional y para que sus poblaciones puedan desarrollar resiliencia ante el cambio climático. Lo hacemos de la mano de instituciones locales como los ministerios de salud pero también con nuevas estrategias que tratan de situar en la propia comunidad la capacidad de reconocer, prevenir y tratar la desnutrición. Desplegamos también respuestas de emergencia en las inundaciones provocadas por el fenómeno de El Niño en las costas Pacífica de Perú.

Mientras nuestro trabajo sobre empleabilidad y emprendimiento inclusivos se afianzaba y extendía en España, empezamos a exportar este tipo de programas como estrategias de medios de vida en contextos preparados para esta nueva forma de lucha contra la exclusión social, como Colombia, Senegal y Georgia, con resultados muy positivos.

Hemos mejorado también nuestros procesos internos de trabajo para lograr la máxima eficiencia de nuestros recursos y hemos seguido apostando por la formación como la vía para crear un vivero de profesionales listos para trabajar al máximo nivel en cualquier contexto, y por la investigación y el desarrollo de alianzas para ampliar al máximo la ansiada llegada del tratamiento nutricional a todos los niños y niñas que lo necesitan. Hoy son el doble que hace cinco años. Estamos en el camino adecuado hacia la consecución de nuestra visión: un mundo sin hambre.

Olivier Longué
Director General

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