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Día Internacional de la Acción Humanitaria: "Tuve que vencer mi propio miedo al contagio para seguir ayudando"

19/08/20

 

Nuestros equipos en terreno han enfocado sus esfuerzos en detener los contagios en las comunidades y hacer llegar alimentos para quienes el confinamiento ha supuesto una pérdida de sus medios de vida. Los más de 6000 profesionales humanitarios de Acción contra el Hambre en 50 países lo tuvieron claro desde el primero momento, pese a que esto chocase frontalmente con el “todo el mundo en casa” decretado en cadena en un gran número de países desde el 14 de marzo. En muy poco tiempo pudimos adaptar al teletrabajo toda nuestra labor de apoyo y gestión de proyectos, pero ¿qué pasa con quienes siguen siendo necesarios en primera línea de frente, conocidos como frontliners? “No poder llegar a las comunidades durante las dos semanas de cierre absoluto ha sido lo más duro con diferencia. Nunca nos había pasado y sabíamos que nos estaban esperando, que muchas personas seguían necesitándonos y simplemente no podían permitirse esta espera”, explica desde Guatemala Jessica Coronado, coordinadora de nutrición y salud en el país. Su compañera de equipo, Johana Chacón, añade que “poder al fin llegar de nuevo y ver la expresión de quienes nos habían estado esperando fue un verdadero alivio”.

El miedo a un nuevo enemigo

Los y las profesionales de Acción contra el Hambre coinciden en señalar que, además de la capacidad logística, la rápida adaptación al cambio y la capacidad de trabajar bajo una enorme presión adquirida en otras emergencias eran los principales activos con los que afrontaron esta pandemia:  “tuvimos que asimilar muy rápido la nueva situación, entender que no era una epidemia más, que estaba pasando en muchos países del mundo a la vez y que no tenía precedentes”, explica Aurora Egea la coordinadora de agua y saneamiento en Latinoamérica.

“Creo que lo más duro ha sido el miedo a contagiarme, o a que alguien de mi equipo se contagiase”, apunta Javier Yesid Velandia Leal, coordinador logista en Colombia, quien recuerda como el momento más difícil “cuando tuve que subirme a un avión para ir al Amazonas, donde los casos de COVID-19 incrementaban a gran velocidad, una zona del país que no conocía, con un equipo de trabajo que no conocía y con el riesgo latente a ser contagiado, dejando atrás a mi familia”. Pero Javier era consciente de la importancia de su labor en primera línea: “la logística no se detiene, de nosotros depende que todos nuestros compañeros tengan lo necesario para hacer su trabajo, es una cadena”. Su compañero de misión, Luis Fernando Ramírez destaca la importancia de contar con experiencia en emergencias anteriores: “para trabajar contra el reloj tienes que ser muy consciente de que un retraso en una entrega puede significar que un niño o una niña se queden un día sin comer”.

La coordinadora de recursos humanos de Mauritania, Caroline Legat, recuerda como momento crítico cuando se anunció el cierre inminente de fronteras internas en el país y gran parte del equipo tuvo que decidir en un momento si seguir trabajando en zonas remotas o tratar de volver a casa con su familia: “esto supuso una importante carga de estrés psicológico: estar lejos de tu familia en un momento como aquel y seguir volcado con la población es algo que sólo se puede gestionar con un fuerte compromiso humanitario”.

Desde Liberia, Kebbeh Franklin, coordinadora de programas destaca que no sólo había que hacer frente al miedo propio: “fue un golpe durísimo ver cómo las madres con niñas y niños desnutridos dejaron de venir a los centros de salud por miedo al contagio”, algo que puede tener consecuencias letales en muchos países de África. Los equipos de Acción contra el Hambre también han trabajado contra los mitos y la desinformación: “entre una gran parte de la población se creía que la COVID-19 era una enfermedad solo de las personas blancas, no eran conscientes del peligro”, añade.

Ndery Gueye, jefe de proyecto, señala desde Mauritania que el momento más gratificante fue “el día en el que sentimos que el miedo desaparecía por los dos lados – humanitarios y beneficiarios- y entendimos que se podía seguir trabajando y salvando vidas con ciertas medidas de distancia y prevención”.

Tecnología, distancia, higiene extrema y máxima creatividad… un nuevo modus operandi  

“Sin duda, la palabra “reinventar” ha sido el término clave durante este periodo de pandemia y esto incluye a las y los trabajadores humanitarios, quienes nos hemos visto en la necesidad de modificar nuestro día a día y adaptarlo a una nueva realidad”, explica Luis Fernando Ramírez. Los equipos de Acción contra el Hambre tuvieron que cambiar en pocos días los modos de distribución de alimentos para garantizar la distancia, proteger al personal sanitario en centros de salud poco aprovisionados con equipos de protección, organizar un seguimiento telefónico o remoto de las personas que estaban siendo atendidas y convertir en virtuales todos los espacios de coordinación.

Beatriz Navarro, directora en Líbano, pone el acento en que “esta crisis ha hecho que muchas personas se sientan más cercanas a la ayuda humanitaria y entiendan lo que significa que el sistema sanitario de un país esté al borde del colapso, que implica una respuesta a una epidemia o lo que es estar en confinamiento (algo que me ha ocurrido en muchas ocasiones por cuestiones de seguridad). Ahora, mi familia comprende mejor porqué trabajo apoyando a estas poblaciones. Al mismo tiempo, estoy acostumbrada a gestionar emergencias en los países donde trabajo, pero ha sido muy duro ver una situación que ha afectado a todo el mundo, incluyendo mi propio país. Entiendo por lo que ha pasado mi gente porque estamos enfrentados al estrés y la incertidumbre en los contextos en los que trabajamos. Ha sido muy duro, hemos hecho todo lo que hemos podido para proteger a nuestro equipo mientras al mismo tiempo seguíamos apoyando a quienes necesitan nuestra ayuda”.

Desde Tiblisi (Georgia) la coordinadora de recursos humanos en Cáucaso, TamarZurabashvili, destaca “la creatividad y la capacidad continua de trabajo en equipo como las habilidades cruciales para tener éxito en estas circunstancias que requieren nuevas soluciones y en un momento inusual en el que cada trabajador tenía que velar por su seguridad personal al tiempo que ayudaba a los demás”.

Abeda Sultana Liza desde Cox Bazar (Bangladesh) tiene claro lo primero que hará cuando todo esto acabe: “lo primero será abrazar a mi familia, a mis compañeros y compañeras de equipo y a todas las personas que me importan. Solo un momento, porque luego hay que seguir luchando por las y los refugiados, por la alimentación de los niños y niñas… mi lucha contra la COVID-19 no es la única. Así que seguiré luchando en primera línea de frente”.

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