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“Con el programa Vives Aprende volví a ser yo”

 

En 6º de primaria el acoso escolar que sufría Ruth era ya insoportable. Los domingos eran una pesadilla: “estaba nerviosa y angustiada porque al día siguiente tenía que ir al colegio”. Una vida en la que ha vivido muchas vidas. Ruth González, de 39 años, llegó al programa Escuela de Empleo Vives Aprende de Atención Sociosanitaria para Personas Dependientes arrastrando una agorafobia que le impedía salir de casa y le obligaba a estar en primera fila y cerca de la puerta del aula donde se desarrollaba la formación. Hoy, después de un año tras el fin del programa, se encuentra trabajando en un centro navarro de atención integral a la discapacidad con más fuerzas que nunca.

Siempre tuvo claro que quería dedicarse a ayudar a los demás pero al padecer esta enfermedad se complicaban sus posibilidades laborales. “Había días que la conversación más larga que tenía era con Fidel, el cartero”. Ruth habla de años de soledad, de estar en una cárcel sin barrotes, de “ver la vida pasar”.

Una vecina, y amiga, le habló del programa que Acción contra el Hambre impartía en la comarca de Tudela: Escuela de Empleo Vives Aprende de Atención Sociosanitaria a Personas Dependientes. Esta vecina resultó ser Iosune Sánchez, técnica del programa: “me da satisfacción ver que después de tanto tiempo, ella está saliendo”. Iosune confiesa que “la forma en la que se implicó en el proyecto, su carácter conciliador y su fortaleza interior, todo ello favoreció que rompiera con sus cadenas, que despegara y empezara a mirar la vida más allá de la ventana.”

Al principio, Ruth pensó que este programa no era para ella porque “sufría cada vez que salía de casa, tenía un miedo irracional que me paralizaba”. Explica que le faltaba el aire, “los mejores días solamente podía ir al supermercado de mi pueblo y poco más, y siempre acompañada, ni siquiera podía ir sola a comprar el pan”. Pero decidió intentarlo.

Ella recuerda que le costó bastante adaptarse, ir a la clase, desplazarse… aunque confiesa que mereció la pena: “Ha sido un antes y un después. Con Vives Aprende volví a ser yo, la Ruth de siempre, con vida”.

Entró a hacer prácticas en la Residencia Cintruénigo. Y allí volvió a sentir lo que había vivido desde su juventud: “ayudar a los demás llena mi vida y me ayuda a apaliar mis miedos”. Trabajar con personas distintas, con diversidad funcional, con capacidades diversas, le hace “sentirse útil y afortunada al compartir mis días con ellos. Definitivamente es el trabajo de mi vida”.

Ruth, valiente y luchadora, con demasiados golpes, sonríe y confiesa que le encantaría que el músico Pablo López escribiera una canción inspirada en los niños con los que trabaja, porque “tienen historias de vida alucinantes y cuando convives con ellos te das cuenta de la suerte que tenemos y lo desagradecidos que a veces llegamos a ser con nosotros mismos”.

También disfruta con Netflix, con las telenovelas turcas, los documentales y libros sobre crecimiento personal: “el último libro que he leído es El desarrollo de la consciencia, encontrando tu mapa. Y, la verdad, es que este tipo de lecturas y prácticas me está enseñando a comprender más esta vida, disfrutarla y tomar decisiones para seguir creciendo”.

La resiliencia de esta gran mujer es apabullante. Ni el acoso, la soledad, la exclusión, las enfermedades, le han quitado una pizca de bondad y dulzura. Ruth es una persona, y exparticipante, que ha convertido al programa Vives Aprende en una formación más humana y enriquecedora.

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