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Conflicto en Marawi, Filipinas: "Antes teníamos una casa grande, ahora vivimos en un contenedor”

 

El 23 de mayo de 2017 comenzaba uno de los asedios más largos de los últimos años. No fue en Siria. La batalla de Marawi comenzó cuando el Ejército filipino intentó capturar a Isnilon Hapilon, el jefe de una milicia que juró lealtad al Estado Islámico. El grupo Maute se aliaba después con la milicia, haciendo la batalla más larga y mortal. En total, cinco meses de combates que convirtieron a Marawi en una ciudad fantasma, con un paisaje menos retransmitido pero muy similar a la Alepo destruida y con miles de desplazados. 

Aliyah  Pacalundo  es una de esas personas desplazadas por el conflicto en Marawi (Filipinas). A sus 67 años, vive en el campamento de Bakwit Village en Matunggao. El conflicto le pilló de noche, en su casa y con su marido: "Alrededor de las 12 escuchamos el sonido de una bomba cerca de la Universidad Estatal de Mindanao. Nos encerramos en casa y desde la ventana vimos arder el colegio Dansalan", explica.

A la mañana siguiente, su hijo fue a buscarles para huir todos juntos del fuego cruzado. Sin embargo, su marido no aceptó. No quería irse de Marawi y dejar su hogar atrás: "Nos despedimos llorando. El coche de mi hijo era viejo pero cupimos seis adultos y cuatro niños. Fuimos a Saguiaran y durante el Ramadán no podíamos dejar de pensar en mi marido. Después de cinco días estábamos desesperados, así que intentamos regresar para rescatarle, pero los caminos que conducen al centro de la ciudad estaban cerrados", cuenta Aliyah. Su marido sobrevivió 16 días bajo asedio a base de arroz con sal y agua: "se escondía de día y de vez en cuando se asomaba a la ventana para ver lo qué pasaba afuera. Eso hacía. Observaba a los miembros de ISIS desde la ventana. Un día estos empezaron a disparar contra la fachada de la casa al percatarse de que había alguien dentro", dice Aliyah. 

Sus hijos fueron al capitolio a pedir a los rescatistas que salvaran a su padre. Aliyah explica que habían publicado una foto de su marido en Facebook pidiendo que si alguien le veía, les avisase: "un miembro del ISIS le reconoció y nos llamó. Nos dijo que mi esposo seguía vivo y que podían ayudarle a salir de la ciudad. Aceptamos y mi hija les recordó que su padre estaba solo en casa y tenía movilidad reducida". El día acordado, fueron a buscar a su marido en coche. Sin embargo, durante el camino el auto fue disparado por los militares. Aliyah y su familia tuvieron que bajarse y correr hasta una mezquita cercana, que les sirvió como refugio hasta que los disparos cesaron. Después, volvieron a retomar su ruta. 

"Mi marido cruzó el puente a paso lento porque sus piernas no le respondían bien. Llegó hasta Saduc, donde fue recibido por el equipo de rescate y los soldados. Cuando nos reunimos estallé de felicidad, a pesar de que noté que había perdido mucho peso. Pero la felicidad duró poco porque pronto fue hospitalizado tras sufrir un derrame cerebral", cuenta Aliyah. Su marido estuvo  tres días en la Unidad de Cuidados Intensivos y cinco más en otro pabellón. Aunque le prescribieron unos medicamentos para prevenir otro ataque cerebral y para mantener su nivel de azúcar, no tienen dinero para compralos. 

En la actualidad, Aliyah y su familia viven en el campo de Bakwit Village, en Matunggao. Nos cuenta que lo más duro de todo es adaptarse a esta nueva vida sin saber cuándo van a poder volver a su hogar: "Antes teníamos una casa grande, una panadería y una tienda de comida rápida. Ahora vivimos en un contenedor."

 

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