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Conflicto en Marawi, Filipinas: “Sacamos a nuestra niñera, cristiana, escondida entre las maletas”

 

El 23 de mayo de 2017 comenzaba uno de los asedios más largos de los últimos años. No fue en Siria. La batalla de Marawi comenzó cuando el Ejército filipino intentó capturar a Isnilon Hapilon, el jefe de una milicia que juró lealtad al Estado Islámico. El grupo Maute se aliaba después con la milicia, haciendo la batalla más larga y mortal. En total, cinco meses de combates que convirtieron a Marawi en una ciudad fantasma, con un paisaje menos retransmitido pero muy similar a la Alepo destruida y con miles de desplazados. 

Jawada Pacalundo tiene 12 años y vivía en Marawi. Cuando el fuego cruzado llegó a su ciudad, se montó con su familia en el coche y huyeron del lugar. Cuenta cómo los miembros del ISIS pararon el coche en un checkpoint y les aseguraron que podían volver a su hogar en tres días. Jadawa explica que estaba muerta de miedo: "Nuestra niñera, que es cristiana, iba escondida entre las maletas. Habíamos escuchado que los miembros del Estado Islámico estaban matando a los cristianos." En cuanto consiguieron salir de Marawi, su niñera se fue al pueblo con su familia. Todavía no la ha vuelto a ver aunque asegura que le llama a menudo. Jadawa explica apenada que su niñera no puede volver, porque su vida está en peligro. 

La llegada del ISIS cambió la vida de Jadawa completamente: "primero prendieron fuego al Colegio Dansalan, donde varios de mis primos estudiaban. Luego mataron a varios cristianos y les cortaron la cabeza. Yo vi las cabezas en el suelo. También vi piernas y brazos sueltos. Los maestros del colegio que fueron asesinados murieron mutilados. No sé por qué les hicieron eso. Estas personas eran inocentes, no habían hecho nada malo", explica Jadawa.

Ahora, vive con su familia en el campamento de Bakwit Village, en Matunggao (Filipinas). Aunque se ha alejado de la violencia, su vida allí no ha mejorado. Jadawa explica que no es capaz de concentrarse. Ha empezado a suspender las asignaturas en las que antes sacaba sobresalientes. En su tiempo libre, se entretiene haciendo otras tares, como buscar agua o ayudar a su abuela a cocinar y la lavar la ropa. Aunque le resulta muy difícil, sabe que tiene que aceptar su nueva vida:"Yo no creo que podamos volver a Marawi porque no nos queda nada: ni casa, ni colegio, ni tienda. Pero no pierdo del todo la esperanza. Sueño cada día con volver y jugar con mis amigos. Yo no sé si siguen vivos o muertos, pero sueño con volverles a ver", cuenta Jadawa. 

 

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