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Crisis Rohingya: "Mi cabeza y mi corazón han sufrido mucho"

 

En agosto de 2017, los militares de Myanmar desataron la violencia contra las comunidades rohingyas en el estado de Rakhine. Desde entonces, son miles de personas las que han cruzado la frontera con Bangladesh y se han establecido en campamentos a lo largo de Cox’s Bazar. Cientos de otros han sido asesinados aunque las cifras exactas se desconocen debido a que el gobierno de Myanmar ha restringido el acceso a medios y a la ayuda humanitaria en la zona de conflicto. Nuestro centro de operaciones de emergencias está establecido en Cox's Bazar, en la periferia del campo Kutupalong-Balukhali. Es el más grande del mundo pero la población no deja de crecer. Las alcantarillas están abiertas, la comida es escasa y las enfermedades abundan. El futuro de los rohingya es más incierto que nunca.

Humaira Begum, de 25 años, vivía con su familia en el estado de Rakhine, en Myanmar. En septiembre de 2017, los militares llegaron a su pueblo y quemaron todo a su paso: “Nos gritaban que nos fuéramos y que no volviéramos porque este no era nuestro hogar”, explica Humaira, “golpearon a los hijos de mis amigos, desnudaron a las mujeres y a las niñas y se las llevaron al campo. No sé qué les hicieron pero nunca volvieron”. El tío y los vecinos de Humaira murieron esa noche. Ella logró escapar con su hija pequeña y su hermana, embarazada de nueve meses. Estuvieron 10 días escondidas en la jungla alimentándose a base de arroz. Cuenta que no paraba de llover y que por un momento llegaron a pensar que el fin del mundo había.

Cuando llegaron al campo, su hermana dio a luz a un bebé, pero su hermana enfermó debido al esfuerzo de la huida: “ahora el bebé está enfermo porque mi hermana no puede amamantarlo, su mente no está bien, no es la misma que antes. No puede comer y cada día su estado empeora”, explica Humaira.

A pesar de sus esfuerzos, no logra encontrar una explicación a tanta violencia: “Hemos vivido en el estado de Rakhine muchísimos años. Todos habíamos escuchados rumores sobre la milicia pero nunca pensamos que fueran ciertos. Mi cabeza y mi corazón han sufrido mucho. He visto con mis propios ojos cómo los militares de Myanmar cortaban con chuchillos y disparaban a mi gente”, dice Humaira.

Ahora, Humaira vive  en el campo de refugiados Kutupalong, en Cox’s Bazar, en Bangladesh. Está embaraza de ocho meses pero dice que no tiene ningún sueño para su bebé: “¿qué futuro le espera? Sé que mi hijo es demasiado pequeño. He estado teniendo muchos dolores en mi estómago. Lo único que puedo hacer por él o ella es darle a luz e intentar alimentarlo, si lo consigo. Pero después de eso, no sé qué hacer. Me da mucho miedo lo que pase después. Todo es muy incierto”. Humaira lucha por compatibilizar su vida en el campo con sus miedos por el futuro de sus hijos: “La vida en el campo es muy dura y todo está sucio. Mi hija pequeña tiene muchos problemas de estómago. Está débil y cada día adelgaza más. Ya no ríe tanto como antes. Ya no confía en la gente nueva, pero disfruta cuando viene a la clínica a jugar con otros niños.”

Es usuaria de nuestra clínica para madres embarazadas y mujeres lactantes, un espacio seguro en el que amamantar a los bebés y donde aprenden cómo evitar enfermedades en el campo: “En el centro he aprendido a mantener las cosas limpias los mejor que puedo y la importancia de amamantar a los bebés. Otras mujeres embarazadas tienen sesiones regulares con las enfermeras y hablan de lo que les ha pasado y de cómo lidiar con todo”, explica Humaira, “rezo cada día y cada noche para poder alimentar a mi bebé por sí misma. Nos dan comidas calientes por las mañanas y por las tardes, y gracias a eso estoy ganando un poco de peso. Quizás cuando mi bebé nazca pueda tener una oportunidad. Solo quiero darle lo mejor. Sin la ayuda que estoy teniendo, no me puedo ni imaginar cómo habría sobrevivido en el campo”.

NUESTRA ACCIÓN:

Nutrición y salud para madres y mujeres lactantes:

  • En  nuestros los 18 ambulatorios terapéuticos y en seis hospitales, más de 16.000 mujeres embarazadas y lactantes han recibido servicios médicos y nutricionales.
  • Hemos entregado material para examinar la desnutrición de 440.921 niños y tratamiento nutritivo para salvar la vida de alrededor de 12.000 niños con desnutrición severa.
  • Hemos distribuido alrededor de dos millones de paquetes de galletas energéticas. Además, estamos creando espacios seguros para niños y adolescentes rohingya, así como instalaciones privadas para que las mujeres lactantes puedan alimentar a sus bebés y más de 16.000 kits de higiene y para la menstruación.

Salud mental y ayuda psicológica urgente para hombres y niños:

  • Hemos contratado a más de 30  asesores y psicólogos extra para dar apoyo continuo a los más de 300.000 refugiados que han llegado.
  • Hemos tratado psicológicamente a más de 20.000 hombres y niños rohingya
  • Dividimos a los hombres que participan en las sesiones de control del estrés en grupos de 12 o 14, dos o tres veces, para compartir experiencias y aprender técnicas de superación. Por ejemplo, practican ejercicios de respiración cuando se sienten enfadados.
  • A estos hombres y niños participantes se les anima a continuar reuniéndose y apoyándose mutuamente. Los que requieren un apoyo más intenso, se les proporciona un asesoramiento personalizado con un psicólogo.

 

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