¿Emprenden más las personas jóvenes que hace 10 años?

*Artículo escrito por el técnico de emprendimiento juvenil en Madrid Javier Martín de La Guardia

Es obvio. Se trata de una realidad meridiana. A los y a las jóvenes españolas les cuesta una barbaridad entrar en el mercado laboral. Por donde sea. También por la puerta del autoempleo y el trabajo por cuenta propia. En cambio, las personas expertas, los hechos, atestiguan la certeza de encontrarnos en la llamada Edad de Oro del Emprendimiento. Todos aquellos proyectos que nos parecían utopías quijotescas hace unos años se han implantado ya en nuestra vida cotidiana con la misma facilidad como tabúes encuentran la población joven española para emprender. Más allá de esa suerte de moda pasajera, el emprendimiento ha modelado y cambiado de forma decisiva nuestras vidas. ¿Qué falla entonces? ¿Qué mantiene al emprendimiento juvenil español en el vagón de cola de todas las tasas? ¿Será acaso una cuestión de cultura?

Y es que el emprendimiento español en general y el juvenil en particular queda excesivamente retratado cada vez que algún gran informe de organismos referentes ve la luz. Echa a temblar el legislador cuando el Global Entrepreneurship Monitor o la Organización Internacional del Trabajo, por citar algunos, les pinta la cara con datos como el de la poca confianza para iniciar un negocio, 25% en el caso de la juventud joven (menor de 25 años) y el 46% de la juventud mayor (de 25 a 35 años) o el de las elevadas tasas de miedo al fracaso, por encima del 40% en nuestro país y siempre superiores a las de los países del entorno o los iberoamericanos. La tendencia es creciente, cierto, pero el porcentaje de jóvenes emprendedores en nuestro país (4,9%) aún difiere mucho del existente en países del entorno europeo.

Será entonces una cuestión de educación, de cultura empresarial. Que no de la formal, ya que, de esa en España vamos sobrados; casi el 40% de la gente joven que emprende cuenta con estudios medios y superiores. Y, aun así, el emprendimiento juvenil no goza todavía de todas las bendiciones necesarias a escala global, en una situación que se acentúa en nuestro doméstico caso. Es por ello que se hace indispensable el desarrollo de políticas que fomenten el emprendimiento juvenil a través de la educación, de la motivación. En definitiva, del fortalecimiento de ese maná llamado cultura empresarial.

He aquí la clave. Desde los centros de decisión y actuación debemos atacar la desmotivación, el riesgo de cronificación en la situación de desempleo y la apatía ante un mercado laboral precario, inseguro y carente de oportunidades, que ha llevado a esta situación tan preocupante a los jóvenes españoles. El fomento del espíritu empresarial, el impulso de las competencias necesarias o una mayor promoción en los niveles educativos son medidas estructurales que deben ser acometidas desde ya. Todo ello, con el fin último de evitar que la edad pueda ser un condicionante negativo a la hora de emprender.

Para toda esa gente joven, el emprendimiento debe ser presentado como una verdadera posibilidad de despejar todos aquellos problemas y convertirse en una real forma de inserción social. Pero a su vez, permitirá mejorar y desarrollar sus habilidades competenciales como un factor multiplicador que les garantice a posteriori su permanencia en los ámbitos de participación social.

Y sobre todo a ellas, las jóvenes emprendedoras. Si los estudios hablan mal de la edad, la equidad de género queda aún más maltratada a cada informe publicado. Son más las chicas jóvenes que quieren emprender. Son muchas menos las que lo consiguen y demasiadas las que abandonan. Es decir, la potencialidad es alta. La realidad, discriminatoria.

Por todo ello se hace imperiosa la opción de crear programas de apoyo que permitan a estas y estos jóvenes ser parte activa de sus procesos decisorios, que les licencie para ser partícipes absolutos de su inserción en el mercado laboral a partir de esa moda conocida como emprendimiento. Precisamente para eso; para que deje de ser moda y se convierta en cultura.

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