¿Es la era COVID-19 feminista?

Artículo escrito por Carmen González Cortés, técnica de empleo en Acción contra el Hambre

 

Estoy segura de que ni Olympia de Gouges (1748-1793) ni Concepción Arenal (1820-1893) se imaginaban que más allá del patriarcado como sistema mantenedor y replicador de desigualdades, sería este coronavirus y su COVID-19, los que provocaran un estancamiento, incluso retroceso en los avances logrados y conquistados para la igualdad entre hombre y mujeres.

Mi trabajo como coordinadora del programa de empleo Vives Emplea en Bormujos (Sevilla) me ha permitido ver la realidad de las personas desempleadas desde primera fila. Casi el 80% de las personas que han conformado el proyecto Vives Emplea han sido mujeres, y este dato no es ni casual ni intencional. También se ha reflejado durante esta crisis sanitaria, convertida ya en una crisis socioeconómica sin precedentes, que ha dejado latente que la igualdad real aún está por conquistarse.

LA MUJER, LA MÁS AFECTADA POR LA COVID-19

Estamos en un momento político, social y sanitario, donde ha habido que ir a lo “realmente importante” en palabras de nuestro panel político, y las mujeres hemos quedado en segundo plano, aún más invisibilizadas, llevándonos de vuelta a la esfera de lo privado y considerándose “menos importante”.

Es necesario ahondar en el impacto de la COVID-19 con las gafas moradas puestas. Todo lo que está ocurriendo y va a ocurrir atañe a hombres y mujeres de manera muy diferenciada y va a marcar nuestra realidad construyendo nuestro futuro. Según la Encuesta de Población Activa, el 65,5% de los contratos realizados en el pasado mayo han sido a hombres, y 34,5% ha sido formalizado con mujeres, de los cuales el 35% ha sido a jornada parcial.

Es indudable que el impacto tanto cualitativo como cuantitativo en el empleo de las mujeres es ya tangible y real, pero más allá, esta crisis está removiendo y visibilizando mecanismos estructurales que dificultan la incorporación plena, justa e igualitaria de personas que anteriormente al 16 de marzo 2020, estaban en crisis y especialmente en el caso de las mujeres.

LA PANDEMIA HA HECHO RETROCEDER EN MATERIA DE IGUALDAD DE GÉNERO

Mucho se ha hablado de la crisis de los cuidados, crisis que en grandísima parte recae sobre las espaldas de las mujeres, pero ¿qué impacto inmediato está teniendo esto sobre la vida de las mujeres y sus núcleos familiares? En general, la pandemia ha agudizado la pobreza y la desigualdad. Los y las pobres son aún más pobres y los ricos son aún más ricos.

Esta pobreza limita el acceso a medios de vida básicos además de poner en riesgo la seguridad alimentaria de las personas. Son muchas familias las que ya están reduciendo la ingesta de determinados alimentos que encarecen la compra y quienes más han sufrido esta situación son las familias monomarentales. En España casi 2 millones de familias son monoparentales y de estas, el 83% está encabezada por una mujer, los que nos sitúa en un riesgo de pobreza del 53,3%, casi el doble que el resto de la población.

Este 83% de familias monomarentales se encuentran de un día para otro con que no pueden salir a trabajar ni continuar con economías sumergidas que las sostenía. Estructuras familiares que vivían al día y con dificultades y contando con recursos públicos como apoyo para “conciliar” y que, de repente, dejaron de dar respuesta. Pero también, esta pandemia ha tenido impacto en parejas heteronormativas, pues están dando un paso atrás en los roles de género. La COVID-19 ha venido a romper contratos privados de parejas modernas, con la excusa de contribuir al orden social.

USEMOS LAS GAFAS MORADAS

La brecha digital y laboral, la crisis de cuidados, la violencia machista,… se has agudizado durante el confinamiento. Antes de la COVID-19 nos las apañábamos para continuar; con apoyos externos, redes no formalizadas, “sustituyéndonos” a nosotras mismas con otras mujeres o intercalando la vida dentro y fuera usando la magia. Pero llegó ella, feroz, implacable y subió el volumen a todos estos factores a un nivel ensordecedor y paralizador, obligándonos a cuestionar qué, y cómo lo estábamos haciendo, desdibujando el camino, como si quisiera avisar que estábamos en el camino más largo y ofreciéndonos la posibilidad de recalcular la ruta.

Es por esto, por lo que me cuestiono si la era COVID-19 es feminista, si ha venido a ponerlo todo patas arriba, a ponernos sobre la mesa que necesitamos redefinirnos como sociedad, establecer nuevas formas, seguir nuevas normas y mirar donde antes no mirábamos. Y, sin ninguna duda, para avanzar de forma justa e igualitaria, está claro que necesitamos hacer uso de las gafas moradas.

 

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