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Historias

Jenny y Lydia son dos de las beneficiarias de nuestro proyecto de instalaciones sanitarias en Filipinas

 

Ya no tendrán que buscar un lugar por la noche para hacer sus necesidades en la selva

Jenny y Lydia viven en una comunidad de Filipinas. Su vida ha cambiado a mejor gracias a las letrinas que nuestros equipos han instalado en sus casas. 

JENNY ROSE AMORIN 

Jenny tiene 26 años y nació con una enfermedad degenerativa que le ha atrofiado los músculos. Podría ser polio, pero no le ha sido diagnosticado. Solía ir a la escuela cuando aún podía andar, pero la enfermedad se fue mermando sus capacidades y tuvo que abandonar su educación cuando apenas tenía 9 años. Desde entonces, quiso seguir estudiando con una profesora que acudía a su domicilio, pero era voluntaria y un día dejó de ir. Sus ojos se humedecen cuando recuerda la escuela, le gustaba estudiar.

Jenny y su madre, de 60 años, son una de las familias que se han beneficiado del proyecto de Acción contra el Hambre para la construcción de instalaciones de saneamiento resilientes. Hoy tienen una letrina dentro de su casa. Pero hasta este momento tenían que retirarse a la selva o a la costa para hacer sus necesidades. Algo que para Jenny era un mundo. Tenía que arrastrarse hasta un lugar que le permitiera un mínimo de intimidad. “Me siento aliviada desde que tenemos la letrina”, comenta.

LYDIA BATOAMPO

Tiene 49 años. Es madre de seis hijos de un matrimonio anterior. Su actual marido tiene cuatro hijos. Él es pescador, ella vende en el mercado el pescado que consigue su marido. Ambos han experimentado con frecuencia el azote de desastres naturales. Recuerda cuando tuvieron que ser evacuados con la llegada del tifón a la escuela municipal, que era el lugar designado para la evacuación temporal. Permanecieron dos días.

En esta ocasión fue el gobierno local –barangay- quien les previno, asistió y condujo para abandonar sus casas mientras pasara la tormenta. Antes de tener un servicio sanitario en casa, solía defecar entre la vegetación. Buscar durante 15 minutos el lugar idóneo para tener un mínimo de comodidad. No tenía opción, ha vivido 49 años sin una letrina. Por la noche era peligroso adentrarse en la selva, así que iba junto a su marido. Otro de los motivos de escapase por la noche, era la vergüenza ante la posibilidad de ser observada. Ahora es feliz teniendo un váter en su casa, es mucho más cómodo y no tiene que desplazarse.

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