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Salud y nutrición: cómo detectamos, tratamos y prevenimos la desnutrición

 

Como expertos en nutrición, nuestros conocimientos de la enfermedad y de los países en los que trabajamos son esenciales en la lucha contra el hambre. Nuestros programas de nutrición y salud nos permiten curar la enfermedad, pero también sensibilizar y limitar los riesgos de recaída, de repetición y de malas prácticas.

En 2019, el hambre aumentó por tercer año consecutivo. En 2016, el hambre aumentaba de nuevo tras una década. A este ritmo, alcanzar el objetivo 4 “Hambre Cero”, establecido para 2030 por Naciones Unidas en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible es cada vez más difícil.

“Más vale prevenir que curar”. Para nosotros este dicho encarna otro sentido. En nuestros programas, pensamos que es mejor detectar, tratar y prevenir para curar mejor la desnutrición.

EL HAMBRE

Hablar del hambre es hablar de más de 820 millones de personas que la sufren. El hambre es una enfermedad a la que denominamos desnutrición. En los países donde trabajamos, el hambre va mucho más allá de la sensación e incluso de la necesidad de comer. Esta enfermedad se manifiesta en las zonas de conflictos, donde las mujeres, los hombres y los niños y las niñas pueden llegar a subsistir algunos días sin comer. También tras catástrofes naturales, cuando el acceso al agua, al trabajo y a la salud ya no es posible.

El hambre también es una consecuencia del cambio climático. Las principales víctimas son los pequeños productores que deben hacer frente a inundaciones, sequías y otras amenazas climáticas.

El hambre se detecta, se cura y se previene. Dentro de nuestras actividades, llevamos un gran número de programas en nutrición y salud.

A nivel global, 49.5 millones de niños y niñas de menos de 5 años sufren de desnutrición, los dos tercios de ellos viven en Asia.

PREPARAR VOLUNTARIOS

No estamos solos ante una enfermedad de tal magnitud. Brindamos capacitación a mujeres, hombres, miembros de las comunidades, madres, padres y personal de salud en los países en los que estamos presentes. Les enseñamos a detectar los primeros indicios de la enfermedad.

Gracias a ellos la salud es cada vez más y más accesible, ¡somos capaces a través de nuestros voluntarios y voluntarias detectar la desnutrición donde sea! Los voluntarios comunitarios también se encargan de modificar actitudes y hábitos para adoptar buenas prácticas en zonas remotas. Trabajamos mano a mano con ellos y en algunas comunidades es necesario contar con una persona en quien la comunidad confíe, de tal manera que el idioma no se convierte en un obstáculo. Se fomenta la confianza de los padres para que los voluntarias y voluntarios a sus niños/as. Cuando detectan a un niño o una niña cuyo caso es más grave, se remiten hasta nuestros centros de salud.

LOS CENTROS DE SALUD

Nuestros centros de salud acogen a niños y niñas y madres en periodo de lactancia para detectar posibles complicaciones, tratarlos y acompañarlos en este proceso. El acceso a la salud, en las zonas aisladas especialmente, es primordial para hacer retroceder esta enfermedad.

En nuestros centros de salud, donde los niños y niñas son acogidos, detectamos la desnutrición gracias a una herramienta que hemos creado, el brazalete MUAC. Nos permite medir la circunferencia del brazo principalmente para determinar, según un código de colores que va desde el verde hasta el rojo, el estado de salud del niño o la niña y el riesgo de que sufra desnutrición. Esta medida de la circunferencia del brazo será comparada con el peso y el tamaño del niño/a. Después, llevamos a cabo un test de apetito para ver si el niño/a todavía tiene la sensación de hambre y si puede ingerir comida.

Según los resultados, los pacientes luego serán remitidos a dos tipos de centros. En el primero se cuida a los pacientes que sufren desnutrición moderada, que puede ser tratada desde casa. A los padres se les entregan dosis de alimento terapéuticos listos para usar y sus niños y niñas se curan en su entorno antes de volver a una nueva consulta y hacer el correspondiente seguimiento algunas semanas más tarde.

En el segundo tipo de centro se brinda tratamiento a los niños y niñas que sufren la forma más grave de la enfermedad, la desnutrición aguda severa, y necesitan permanecer internados, lo que puede ser complicado para las familias cuando los padres trabajan y están lejos del centro o cuando deben ocuparse del resto de la familia. En los casos más graves se les administra alimentos por medio de una pequeña sonda por vía oral.

En ambos tipos de centros se facilita una entrevista médica y asistencia psicológica para brindar el apoyo necesario lo mejor posible a los pacientes.

La desnutrición materna e infantil está asociada en un 45 por ciento a las muertes de niños/as de menos de cinco años.

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