Una noche las constantes amenazas de los grupos armados se transformaron en realidad en la comunidad indígena Dochama, de donde Donaciano es gobernador. Uno de los líderes locales fue asesinado a sangre fría. Donaciano lo entendió como un ultimátum. “Aquí ya no eran amenazas, aquí ya era una realidad, los teníamos encima y nos podían matar” cuenta Donaciano.

La suya y otras 24 familias tuvieron que abandonar sus tierras y huir inmediatamente. Después de varios meses toda la comunidad sigue temporalmente asentada en el polideportivo municipal de San José de Uré. No tienen baños y las familias se sostienen con la búsqueda artesanal de algunos gramos de oro en el río o como jornaleros por unos cuatro euros al día. Donaciano sabe que regresar no es una opción y que solo les queda apoyarse los unos a los otros, para no perder sus costumbres indígenas. La identidad es lo único que conservan de su vida pasada.