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Crisis Rohingya, Bangladesh: “Intento ser fuerte por mis hijos”

 

En agosto de 2017, los militares de Myanmar desataron la violencia contra las comunidades rohingyas, en el estado de Rakhine. Desde entonces, son miles de personas las que han cruzado la frontera con Bangladesh y se han establecido en campamentos a lo largo de Cox’s Bazar. Cientos de otros han sido asesinados aunque las cifras exactas se desconocen debido a que el gobierno de Myanmar ha restringido el acceso a medios y a la ayuda humanitaria en la zona de conflicto. 

En la actualidad, hay más de 1 millón de refugiados rohingyas hacinados en un área muy pequeña en Ukhia, situada en Cox’s Bazar, al este de Bangladesh. Nuestro centro de operaciones de emergencias está establecido en esa zona, en la periferia del campo Kutupalong-Balukhali. Está reconocido como el más grande del mundo, pero la población no deja de crecer. Las alcantarillas están abiertas, la comida es escasa y las enfermedades abundan. El futuro de los rohingya es más incierto que nunca.

Roshida Begun, de 35 años es una de las 570.000 personas que viven sobreviven en el campo. Vivía con sus seis hijos en el pueblo de Kerie, en el norte del estado de Rakhine. Hace seis meses, la milicia llegó de madrugada e incendió su hogar: “Se han cometido muchos crímenes en Myanmar, justo enfrente de mis ojos. Había bombas, disparos y casas ardiendo. Nunca sabré por qué”, explica.

Roshida perdió a su marido en el caos. Todavía no sabe qué le pasó ni donde está. Ni siquiera sabe si está vivo: “Cogieron a mi marido y a muchos más. Se los llevaron. No sé qué les pasó pero nunca llegaron aquí, al campo. Creo que está muerto, pero jamás lo sabré a ciencia cierta.  Roshida cuenta cómo los soldados gritaban y torturaban a todo el mundo. Recuerda que había mucha sangre, pero logró escapar: “corrí con mi tío y los niños y nos escondimos en las colinas. Ahí vimos cómo los soldados violaban a las mujeres y a las niñas en grupo y luego quemaban sus cuerpos y los enterraban en una fosa”.

El viaje hasta Bangladesh fue muy difícil. Sus hijos se pusieron enfermos durante el camino y no dejaban de llorar, asustados: “Yo rezaba para salvar nuestras vidas. Cuando llegamos a la frontera, tuve que mendigar dinero para comprar medicamentos”, cuenta Roshida.  

Ahora está a salvo de la violencia en el campo. Pero su calidad de vida no ha mejorado. Está preocupada por el futuro de sus hijos y sus pesadillas no desaparecen: “Nunca olvidaré lo que nos ha pasado, nunca en toda mi vida. Me enfado muy a menudo. También lloro mucho. Intento ser fuerte por mis hijos. Lloramos y nos abrazamos todos juntos. No estamos aquí por elección propia; solo queremos encontrar paz”, explica Roshida.

Sus hijos perdieron mucho peso durante el camino y estaban débiles. Ahora, son beneficiarios de nuestras comidas calientes y han mejorado su estado físico. Sin embargo, los niños se enfrentan día a día al trauma provocado por la violencia: “Ya no juegan como antes. Han perdido a su padre y preguntan por él todo el tiempo. Tampoco quieren comer como solían hacerlo. Ya no les interesa la comida. Sinceramente, parecen fantasmas”, explica su madre, “lo que me hace seguir es pensar que Dios nos ha dado una segunda oportunidad. Si no tuviéramos esta ayuda, creo que no hubiéramos sobrevivido. Estoy agradecida por ello.”

Nuestra acción

Colaboramos con Naciones Unidas en intervenciones relacionadas con el agua, el saneamiento y la higiene para prevenir el estallido de enfermedades provocadas por el agua sucia, como el cólera, la fiebre tifoidea y la disentería. Proporcionamos comidas calientes, tratamientos para tratar la desnutrición infantil, kits de emergencia para refugios y puntos de agua seguros. Además, hemos implementado programas en:  

Nutrición y salud para madres y mujeres lactantes:

  • En  nuestros los 18 ambulatorios terapéuticos y en seis hospitales, más de 16.000 mujeres embarazadas y lactantes han recibido servicios médicos y nutricionales.
  • Hemos entregado material para examinar la desnutrición de 440.921 niños y tratamiento nutritivo para salvar la vida de alrededor de 12.000 niños con desnutrición severa.
  • Hemos distribuido alrededor de dos millones de paquetes de galletas energéticas. Además, estamos creando espacios seguros para niños y adolescentes rohingya, así como instalaciones privadas para que las mujeres lactantes puedan alimentar a sus bebés y más de 16.000 kits de higiene y para la menstruación.

Salud mental y ayuda psicológica urgente para hombres y niños:

  • Hemos contratado a más de 30  asesores y psicólogos extra para dar apoyo continuo a los más de 300.000 refugiados que han llegado.
  • Hemos tratado psicológicamente a más de 20.000 hombres y niños rohingya
  • Dividimos a los hombres que participan en las sesiones de control del estrés en grupos de 12 o 14, dos o tres veces, para compartir experiencias y aprender técnicas de superación. Por ejemplo, practican ejercicios de respiración cuando se sienten enfadados.
  • A estos hombres y niños participantes se les anima a continuar reuniéndose y apoyándose mutuamente. Los que requieren un apoyo más intenso, se les proporciona un asesoramiento personalizado con un psicólogo.

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