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Comedores para luchar contra la inseguridad alimentaria en Perú

09/05/23

Juana Quispe, encargada del comedor popular Santa Rosa, corta verduras para poder preparar las raciones diarias junto a una trabajadora de Acción contra el Hambre © Acción contra el Hambre 

16,6 millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria en Perú, es decir, más de la mitad de la población no puede acceder a una dieta saludable, según el informe SOFI 2022 de la FAO. Además, en Lima Metropolitana, la mayoría de las familias, cerca del 80%, sufre inseguridad alimentaria (moderada y severa), según el último informe de Acción contra el Hambre.

En esta situación ha jugado un claro rol el aumento de los precios, que ha obligado a las familias, especialmente las más vulnerables, a cambiar sus hábitos de consumo y alimentarios.  En concreto, los precios de los alimentos han incrementado el costo promedio de la canasta básica por persona a 378 soles (unos 92 euros), aumentando el gasto por familia destinado a alimentación.

En un contexto en el que el 12,1% de la población menor de cinco años sufrió desnutrición crónica[1], Acción contra el Hambre atiende las necesidades urgentes para hacer frente a la crisis alimentaria y da respuesta a la inseguridad alimentaria de la población, tanto nacional como migrante, de varias formas, entre ellas apoyando a los comedores populares.

dos mujeres cocinan

Una mujer cocina junto a una trabajadora de Acción contra el Hambre durante una formación para la Capacitación de Gestión de Comedores en Lima Este © Sandro Rivera para Acción contra el Hambre.

Estas organizaciones sociales de base brindan alimentación a bajo costo a la población vulnerable. Uno de ellos es el comedor popular Casa de la Esperanza, en Comas (Lima). En él, Carmen Elizabeth Castillo ha ayudado a construir un hogar para decenas de venezolanos y peruanos. Trabaja como coordinadora y cocinera del comedor junto a su esposo y hermana de lunes a viernes para poder entregar 65 raciones diarias de comida. Su implicación es inmensa.

“Las personas que reciben la ayuda no piensan que sólo van y retiran la comida, sino que sienten ese calor humano”, explica.

Su labor en el comedor inicia con el estado de emergencia por el COVID-19 recibiendo la ayuda de Acción contra el Hambre. “Fue la primera institución que nos atendió. En el albergue Casa de la Esperanza teníamos la infraestructura para el comedor, pero no el personal, por lo que yo decidí asumir la responsabilidad de coordinarlo. Las mismas familias albergadas me ayudaban. Empezamos cocinando para 30 personas y hoy en día atendemos a casi 100”, recuerda.

Además de brindar al comedor víveres frescos, alimentos no perecederos y gas para la preparación de las comidas, Acción contra el Hambre formó a Castillo para poder gestionar la cocina. Así, aprendió a manejar, almacenar y rescatar alimentos y a planificarse. Más allá de eso, la organización la instruyó para poder detectar desnutrición y anemia en niños y niñas.

Castillo, emocionada, sólo tiene palabras de agradecimiento. “Llevo tres años trabajando con Acción contra el Hambre y ha sido todo un placer la confianza que ellos nos han brindado además de servir a una población que lo necesita. El comedor se ha podido constituir gracias al apoyo económico. Ni aun queriendo lo podíamos lograr”, concluye.

Las primeras en recibir alimentos son las personas de la comunidad en situación de inseguridad alimentaria. El 80% de las personas que reciben la comida son trabajadores informales, de los cuales mucho faenan acompañados de sus hijos. Viven al día, entre la incertidumbre de si podrán pagar el alquiler o la comida de ese día. Ante esa duda, y sin acceso a una alimentación nutritiva y variada, el almuerzo que reciben en el comedor gracias a Acción contra el Hambre y personas como Castillo, se vuelve esencial.

dos mujeres cocinando

Supervisión técnica en el comedor "Dos Esquinas" © Moisés Arevalo para Acción contra el Hambre. 

 

[1] Organización Mundial de la Salud (OMS), 2020.

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