Nicaragua: agua, saneamiento e higiene, fundamentales en emergencias

En el mes de noviembre de 2020, los huracanes Eta e Iota golpearon las regiones más remotas y con mayor vulnerabilidad a fenómenos meteorológicos en Nicaragua: la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte, habitada en gran parte por poblaciones que se consideran de alto riesgo por los niveles de pobreza y las limitaciones en su acceso a los servicios básicos.

Lucía Villamayor Moreno, coordinadora de agua, saneamiento e higiene del equipo de emergencia, llegó al país centroamericano para trabajar en la coordinación de la puesta en marcha de las actividades de agua, saneamiento e higiene, formando al equipo y asegurando la calidad, coherencia y sostenibilidad de nuestras acciones, de tal modo que hubiese una continuidad entre el trabajo inicial de identificación de necesidades inmediatas y el trabajo a medio plazo que continúa a día de hoy.

Responder a una emergencia dentro de una emergencia mundial como la pandemia

“Durante gran parte del año pasado no pudimos viajar para responder a las distintas emergencias que surgieron, ya fuera por la pandemia o por otros motivos que se vieron agravados por la situación de pandemia. Esta situación fue muy frustrante, aunque hayamos puesto todo nuestro esfuerzo en apoyar a los equipos en terreno de forma remota”.

A pesar de las dificultades y riesgos agregados a las respuestas a emergencias en pandemia, son estas mismas dificultades y riesgos las que hacen que nuestro trabajo sea más crítico que nunca. “Para mí es un privilegio poder trabajar en las zonas afectadas y apoyar a los equipos in-situ, pudiendo diseñar y coordinar las actividades para asegurar su calidad y la prevención de la propagación del virus a través nuestras acciones, formar nuevos equipos y dejar los proyectos encauzados tras una primera fase de emergencia”.

La importancia de los sistemas de agua y saneamiento en contextos de post-emergencia o de pandemia

Es vital. En este y en todos los contextos. El acceso a agua y al saneamiento son derechos humanos. La presencia de sistemas de agua y saneamiento adecuados inciden en la salud pública: permiten la reducción de enfermedades relacionadas con el agua, así como las infecciones transmitidas por vectores, la helmintiasis, la diarrea…La COVID-19 tiene también mucho que ver, ya que hemos visto el fuerte impacto que tiene el lavado de manos con agua y jabón, y la limpieza y desinfección en la reducción de su propagación.

La diferencia entre tener un sistema de agua y saneamiento en tiempos de pandemia a no tenerlo

La ausencia de sistemas de agua y saneamiento tiene un fuerte impacto social y económico, ya sea por el gasto monetario o por el tiempo destinados a acceder al agua o a los servicios de salud, por la necesidad de tratamiento de enfermedades ligadas a una higiene pobre o a la falta de acceso a agua y saneamiento. Se genera así un ciclo de pobreza desencadenado por la falta de condiciones de agua, saneamiento e higiene adecuadas.

En el contexto de las comunidades remotas en el norte caribeño de Nicaragua, la situación del sector del agua, el saneamiento y la higiene se ha visto exacerbada tras el impacto de Eta e Iota, pero ya era extremadamente frágil antes del paso de los huracanes, con una cobertura de agua y saneamiento de sólo el 18%. Por ejemplo, la defecación al aire libres una práctica común en muchas de estas comunidades nicaragüenses. Debido a los daños en la infraestructura y las inundaciones, los sistemas autoconstruidos de acceso a agua se han destruido o contaminado.

Con unas condiciones adecuadas de agua y saneamiento, el impacto tanto de los huracanes como de la COVID-19 hubiera sido menor, al haber contado con una población más resiliente a estos impactos. “A través de la respuesta a esta emergencia estamos también creando capacidades y estructuras que permitan una mejor preparación frente a futuras crisis en la región”.

En positivo, la organización e implicación de las personas de las comunidades es lo que más me ha impactado.

Desde Acción contra el Hambre hemos apoyado en la creación y fortalecimiento de Comités de Agua Potable y Saneamiento para la operación y mantenimiento de las infraestructuras rehabilitadas y construidas, y el seguimiento de la calidad del agua, así como redes de personas voluntarias para la promoción de la higiene en los hogares. La participación y el interés han sido altísimas. También la hospitalidad en estas comunidades, a pesar de tener unos recursos muy limitados.

“El enclave me ha impactado mucho también, pero en este caso la sensación es agridulce: El lugar es espectacular de bonito, el río, la vegetación, los animales... Sin embargo, esta naturaleza salvaje tiene sus riesgos para el equipo y las operaciones, y nos ha tocado experimentar alguno de estos riesgos por ejemplo durante un temporal en bote en el mar Caribe para llegar a una comunidad, o cuando se coló una culebra en la barca durante un traslado entre comunidades por un canal que cruza un manglar. También hay muchísimos mosquitos y una alta incidencia de malaria en la región”.

Los mayores retos

Además de la situación en la que se encuentra todo lo relativo a agua, saneamiento e higiene, la inseguridad alimentaria prolongada, consecuencia de Eta e Iota, es una amenaza real dada la magnitud de los daños y pérdidas en los medios de vida. Podría dar lugar a una malnutrición que afectará de manera desproporcionada a niños/as menores de 5 años y mujeres embarazadas y lactantes.

Además, otro de los mayores retos es el acceso a las poblaciones afectadas (largas distancias, caminos de tierra o acceso sólo por vía acuática), y asegurar una respuesta sostenible que permita no sólo la recuperación de la población a este impacto, sino también su preparación y el fortalecimiento de los servicios básicos para una mayor resiliencia a futuros desastres en la región.