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Historias

Saadya, Iraq: "Mi situación ha cambiado completamente. Algunos de mis clientes son antiguos vecinos que no he visto durante años. Nos hemos hecho amigos.”

Sébastien Duijndam 

En Iraq, casi 2 millones de personas todavía se encuentran desplazadas tras el conflicto con el ISIS. A pesar de que el conflicto terminara en 2017, muchas de esas familias no han sido capaces de volver a sus hogares a causa del nivel de destrucción y de la falta de servicios básicos. Durante cuatro años, estas personas han vivido en precarias condiciones y ahora están tratando de retomar sus vidas, fundamentalmente mediante un empleo. Este es el caso de Saadya. Ella vive en el campo de Chamisku y nos cuenta su historia.  

Justo en el centro de Chamisku, en el campo de desplazados iraquíes en el que residen casi 30 000 personas, nos encontramos con Saadya. Tiene treinta años y seis niños y, con gran decoro, nos da la bienvenida, nos cuenta cómo es su día a día y nos muestra su negocio, una tienda en la que vende ropa y hace arreglos. Al igual que otros muchos desplazados, tuvo que huir de la región de Sinjar, al oeste de Mosul, en 2014 con la llegada del ISIS. Tras ser identificada por nuestros equipos, se unió al programa de oportunidades de empleo[i], en el que recibió formación y asesoramiento para abrir su propia boutique, así como apoyo psicológico.

Nos acompaña Alhan, la trabajadora psicosocial que ha estado trabajando con Saadya durante casi un año. La tienda está dividida en dos partes: una entrada que sirve como almacén y cocina, y una sala de estar repleta de colchones y cojines que sirven de camas por la noche.

Sébastien Duijndam

En la oscuridad, al tiempo que nuestros ojos se acostumbran a ella, los rasgos del rostro de nuestra anfitriona comienzan a percibirse un poco  más.

Su piel dorada, con pequeñas arrugas por la ansiedad, un pañuelo negro alrededor de dos enormes ojos oscuros que nos miran afablemente. Sus manos, grandes y delgadas, se mueven al ritmo de sus palabras y empujan suavemente a los niños que intentan entrar en la sala.

Saadya empieza su historia. Mientras habla feliz de su vida pasada, recuerda los momentos en que no trabajaba y podía cuidar de los niños junto con su suegra: “Fuimos capaces de construir una casa gracias al dinero que mi marido ganaba.” Todo cambió cuando el ISIS tomó el control de gran parte de la región, saqueando y destruyendo todo a su paso. “He visto vídeos recientes de mi pueblo, mi casa está completamente destruida, no han dejado nada en pie”.

El desplazamiento es un tema delicado. Cuando le he preguntado si había podido traer consigo algo de su anterior vida, se ha entristecido. Su voz tiembla y mira profundamente e intenta responder  conteniendo las lágrimas “No me queda nada allí”.

Intercambiamos una mirada con el fotógrafo, el cámara se aparta. Alhan habla suavemente en kurdo, está sentada detrás de Saadya. La tranquiliza y le hace pensar en todo el progreso que ha conseguido en el último año. Ella es la única que la apoya psicológicamente para ayudarla a lidiar con el desplazamiento, su doloroso pasado y la pérdida de su marido al poco tiempo de haber huido.

Poco después de su llegada, Saadya enviudó: “Un día, él se marchó para trabajar en una construcción. Mi teléfono sonó dos veces. Eran amigos que me preguntaban qué le había pasado. Habían oído las noticias antes que yo. Después, me llamaron del hospital para decirme que mi marido había muerto por una herida en la cabeza.”

Después de su muerte, se encontró sola con sus hijos. Se enfrentó a esta situación a lo que se unió el trauma de haber huido. Saayda se sentía perdida: “No sabía qué hacer para cuidarles. Me encontraba constantemente cansada y no comía hasta que enfermé.”.       

Sébastien Duijndam

Nos explica que fueron sus hijos los que le hicieron encontrar la fuerza para luchar: “Los veía afectados por mi situación, sin nadie que les cuidara. Entonces, intenté encontrar consuelo en las circunstancias, ser más fuerte y ayudarles más.” El apoyo psicológico que Alhan le ofreció la ayudó a superar esta prueba.

De forma paralela, ha recibido formación, fondos y apoyo para abrir  su boutique: “Recibí dos máquinas de coser, un generador y todo lo que me hacía falta. Nunca imaginé que algún día recibiría todo esto. Mi situación ha cambiado completamente. Algunos de mis clientes son antiguos vecinos que no he visto durante años. Nos hemos hecho amigos.”

 Saadya nos lleva a su negocio. Justo al lado de su casa, su boutique irradia colores y los sonidos de animadas conversaciones entre mujeres que revuelven y regatean la ropa. El contraste con el campo es impresionante, desvanecido por el sol, donde todo el mundo huye del calor. Saadya se pasea entre las mujeres y les enseña la ropa. A lo mejor tienen que volver para hacer algún arreglo.

En el momento de despedirse, Saadya le da un abrazo a Alhan. En tres días, ha vendido lo suficiente como para satisfacer las necesidades de su familia durante todo un mes. En el coche, Alhan se gira y nos dice: “Aquí es donde reside la fuerza real de este proyecto. Muchas de las personas que hemos asesorado han superado situaciones extremadamente difíciles que habían afectado su capacidad para gestionar su día a día, ya fuese con su familia o su trabajo. Gracias al apoyo psicológico, estamos observando una gran mejora. Ver estos cambios y ver a estas mujeres independientes tener éxito en su trabajo y salir de esta situación me hace realmente feliz”.

 

[i] El Programa regional de protección y desarrollo europeo por el Líbano, Jordania e Iraq es una iniciativa que se lanzó en julio de 2014. Este programa está financiado por ocho donantes europeos_ República checa, Dinamarca, la Comisión Europea (DEVCO), Irlanda, Holanda, Noruega, Suiza y Reino Unido.

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