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Sobrevivir a la sequía en Malawi: la historia de Lenard y Marian Kopani

Sobrevivir a la sequía en Malawi: la historia de Lenard y Marian Kopani

 

En el Distrito de Nsanje apenas se puede cultivar debido a la sequía. Sus habitantes afrontan la situación apoyándose unos a otros, como Lenard y Marian Kopani

Lenard y Marian Kopani se casaron en 1958 y tuvieron 15 hijos. Han pasado toda su vida en el Distrito de Nsanje donde nacieron. A pesar de su edad, Mr. Kopani está en buena forma y su barba y su cabeza afeitada le aportan un aspecto muy respetuoso. Cada mañana trabaja en su terreno donde, hace cuatro años, un animal le mordió justo en los ojos mientras plantaba algunas semillas: “fue una maldición”, sostiene, “alguien quería que sufriera”. A pesar de pasar varias semanas en el Hospital Central de Lilongwe, los médicos no pudieron recuperar la visión de su ojo, y ahora siente una quemazón cuando el agua entra en el interior.

“Este año ha sido un desastre”, dice, y su mujer reafirma la frase con las arrugas de sus ojos. “La lluvia no vino cuando la necesitamos y lo perdimos todo”. El señor y la señora Kopani solían alquilar siete acres de tierra, cada verano, por 20.000 Mkw (25 euros aproximadamente). “Solíamos pagar con algo del maíz cosechado, pero este año no hemos podido pagar la deuda”. Tendrán que trabajar en los cultivos de los dueños de forma gratuita para pagarla.

“No pudimos cosechar nada esta temporada”, dice él, “así que tuvimos que ir en busca de trabajo eventual en el terreno de nuestros vecinos”. Pero debido a la sequía este año el trabajo ocasional es escaso. Poco a poco, unos niños comienzan a acercarse a la casa: “estos son mis nietos, estamos cuidando de algunos de ellos”, dice, “sus familias no tenían comida para alimentarles y aceptamos hacernos cargo de algunos de ellos. Cuando es posible compramos algo de maíz, pero los precios son altos ahora; una taza de maíz cuesta hasta 100 Mkw, y necesitamos alrededor de 10 al día (2 euros) para alimentar a todos los miembros de la familia. No podemos asumir ese coste”, dice Mr. Kopani.

Debido a la escasez de recursos sustituyen el maíz por Nyka, una planta autóctona que crece en el río Shire. “El sabor de la Nyka no es bueno pero intentamos combinarlo con maíz cuando es posible”. Mr. Kopani anda durante dos horas cada semana para recoger la Nyka a la orilla del río, pero el dolor en su ojo cada vez que nada por el río dificulta y limita su trabajo: “A veces mis amigos me ayudan a recolectar, pero no es muy a menudo”, expone. Mientras habla la luz del sol brilla en su cabeza y le da un aspecto sagrado.

La señora y el señor Kopani hacen productos artesanales del bambú que cogen de las orillas del río y los venden en el mercado local, pero el negocio no da para mucho y sólo consiguen 2.100 Kw a la semana (3 euros), que cambian por algunas tazas de harina de maíz que comparten con sus nietos.

Mr. Kopani agradece a Acción contra el Hambre el apoyo recibido, aunque tengan que compartirlo con sus hijas y sus familias, que lo necesitan, por lo que la comida no dura mucho. “Nadie vino a ayudarnos hasta que Acción contra el Hambre lo hizo. Estamos muy agradecidos por la comida distribuida, pero nos gustaría conseguir más para los próximos meses. Necesitamos también semillas y herramientas…mira este terreno”, dice con rabia, “el año pasado estaba lleno de plantas de calabaza. Necesitamos comida, pero nos gustaría poder producirla nosotros mismos, sabemos que podemos hacerlo.”

 

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