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Actualidad

Nueve años de guerra en Yemen: la población sigue luchando por satisfacer sus necesidades básicas

25/03/24

Yemeníes acceden a los servicios de WaSH (Agua, Saneamiento y Higiene) distribuidos por Acción contra el Hambre. Florian Seriex para Acción contra el Hambre 

Tras casi una década de violencia, sin una aparente tregua en el horizonte, son más de 21,6 millones los yemeníes que necesitan ayuda humanitaria, de los cuales, alrededor de 17 millones padecen algún grado de inseguridad alimentaria

 

Tras 9 años de un conflicto que se ha cobrado la vida de casi 377 000 personas –víctimas directas e indirectas de las hostilidades–, la situación de Yemen sigue siendo una de las peores crisis humanitarias del mundo.

En 2023, 21,6 millones de personas necesitaban ayuda humanitaria, según Naciones Unidas. Años de combates han exacerbado las vulnerabilidades sociales que ya existían antes del conflicto y han provocado el colapso de servicios públicos y de actividades económicas esenciales, lo que ha aumentado la dependencia de la ayuda humanitaria.

En la actualidad, gran parte de la población yemení carece de alimentos, agua, acceso a la atención sanitaria primaria y de salud mental. Mientras, la disminución de la financiación internacional y el aumento de las tensiones regionales amenazan con empeorar, todavía más, sus condiciones de vida.

 

Una situación humanitaria alarmante

Bajo el impacto combinado del conflicto y el deterioro económico, Yemen sigue experimentando niveles críticos de inseguridad alimentaria. Más altos que hace una década. En 2023, 17 millones de yemeníes (más de la mitad de la población) padecieron inseguridad alimentaria, y la tasa de desnutrición aguda entre mujeres y niños en el país continuó siendo una de las más altas del mundo: 1,3 millones de mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, y 2,2 millones de menores de 5 años necesitaban tratamiento por desnutrición aguda.

Dado que la producción nacional de alimentos es insuficiente para satisfacer las necesidades de la población, el país depende en gran medida de la importación de productos alimenticios. Sin embargo, la devaluación del rial yemení, el aumento de los precios de mercado, la falta de oportunidades de empleo y los bajos salarios han hecho que los alimentos esenciales sean prácticamente inasequibles para una gran parte de la población.

Como consecuencia, muchas familias se están endeudando, y muchas otras limitan la cantidad de comida que consumen y recurren a alimentos de baja calidad nutricional.

"Cuando nos damos cuenta de que ciertos productos se están acabando, reducimos las comidas diarias hasta la próxima distribución de alimentos. A veces, mi familia tiene que dormir con el estómago vacío", dice el padre de seis hijos, entre los que se encuentra Zakia, una niña de 1 año que recibe tratamiento por desnutrición aguda en la gobernación de Hajjah. No es raro que los adultos, sobre todo las madres, se queden sin comer para dárselo a sus hijos. En los casos más extremos, la falta total de recursos lleva a las familias a tener que plantearse escenarios donde los menores se conviertan en mano de obra infantil o son reclutados por grupos armados.

Por otro lado, el deterioro de la calidad del agua debido a los grandes daños en infraestructuras de distribución y saneamiento –especialmente en las zonas afectadas por el conflicto– siguen dificultando el acceso al agua potable y de uso doméstico a casi 15,3 millones de yemeníes. Esta falta de acceso a los recursos hídricos y a los productos de tratamiento del agua aumenta el riesgo de epidemias relacionadas con la contaminación del agua, como el cólera, que tuvo un impacto particularmente devastador entre 2016 y 2019.

Las cifras del pasado año 2023 sobre la situación de los servicios sanitarios son desoladoras. Alrededor de 23 millones de yemeníes necesitaron asistencia médica, pero tan sólo el 50% de las instalaciones sanitarias funcionaban a pleno rendimiento y los centros de salud carecían de personal especializado. Además, la lejanía de los hospitales y centros médicos, las limitaciones de los servicios y el elevado coste de la atención sanitaria impidieron, en muchas ocasiones, el acceso a una atención médica de calidad y a tratamientos contra la malnutrición rápidos y eficaces.

"Antes de la apertura del centro de salud de Duban, teníamos enormes dificultades para obtener servicios médicos y de nutrición. No hay ninguna unidad sanitaria cerca de nuestro pueblo y no tenemos dinero para poder llevar a nuestros hijos enfermos al hospital. Así que nos quedábamos ahí, esperando, indefensos y apenados", cuenta el padre de Zakia, explicando la importancia de centros de salud como el de Duban, que funciona gracias al apoyo de Acción contra el Hambre en el país.

Paralelamente, estos nueve años de conflicto, los desplazamientos forzosos, el deterioro de la situación económica, el aumento de la pobreza y la escasez de alimentos están agravando también la incidencia de trastornos mentales, que afectan a todas las comunidades y estratos sociales del país. A día de hoy, más de una cuarta parte de los yemeníes (más de 8 millones de personas) padecen trastornos mentales como depresión, trastorno de estrés postraumático o esquizofrenia.

A pesar de la magnitud de esta crisis de salud pública, no existe un programa nacional de salud mental en el país, y sólo el 10% de los centros de atención primaria cuentan con personal formado para identificar o tratar trastornos mentales. El estigma que rodea a la salud mental retrasa el tratamiento y, al desestimar las profesiones relacionadas con este sector, se desalienta la formación de nuevos estudiantes.

 

Actuar en un entorno difícil

En 2022, los equipos de Acción contra el Hambre proporcionaron asistencia básica a más de 388 900 personas (229 205 fueron mujeres) en las regiones de Adén, Al Khawkah, Hodeida, Hajjah y Abyan. Nuestras acciones tienen como objetivo mejorar la salud y la situación nutricional de las poblaciones más vulnerables, apoyar la rehabilitación de las infraestructuras sanitarias y el acceso al agua potable, y proporcionar apoyo psicológico y psicosocial a las personas afectadas por la violencia y los abusos.

Al igual que otras organizaciones humanitarias, operamos en un contexto de inseguridad y nos enfrentamos a numerosos obstáculos burocráticos a la hora de prestar ayuda, especialmente en el noroeste del país. Además, las restricciones a la libertad de movimiento de las cooperantes nacionales comprometen, en muchas ocasiones, la prestación de ayuda a mujeres y niñas.

Y, a pesar de las crecientes necesidades humanitarias, la capacidad de intervención de las organizaciones humanitarias está cada vez más limitada por la caída de la financiación: en 2023, sólo se atendió el 32% de las solicitudes de financiamiento. Esta situación ha obligado al Programa Mundial de Alimentos (PMA) a anunciar una "pausa" en el programa de Asistencia Alimentaria General (AGA), afectando a cerca de 9,5 millones de personas que padecen inseguridad alimentaria en el norte de Yemen. En consecuencia, se teme que, entre febrero y mayo de este año, miles de yemeníes entren en la Fase 4 de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria, el nivel de emergencia, en varias gobernaciones bajo control de las autoridades de Saná, donde más de la mitad de la población dependía de la ayuda humanitaria.

El recrudecimiento de las hostilidades en el Mar Rojo y en territorio yemení tras la ofensiva israelí contra Hamás –frenando cualquier esfuerzo de paz previo–, y la designación de los hutíes como organización terrorista por parte de EE. UU., amenazan con poner en jaque a la población. En los próximos meses, estas dos cuestiones podrían provocar un aumento aún mayor de los precios, e interrumpir las cadenas de suministro y la entrega de ayuda humanitaria vital.

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